Sólo hace falta que tú y yo estemos juntas para que una orquesta de sonrisas comience su obra maestra. Nuestros cuerpos se preparan para entrar al escenario e inundarse de sonidos alegóricos. Sólo es necesario que las ondas que trasmiten tu cuerpo para hablarle al mío estén cerca para dejar caer todas esas sensaciones que sienten al verse, al tocarse, al sentirse.
Un extraño niño siempre está parado afuera, justo en la entrada del escenario mirando como jugamos, como juegan nuestras voces, nuestros corazones, el ritmo y los acordes de nuestra respiración. Él se para afuera y sólo con vernos empieza a reír, suelta una o dos risitas porque no quiere llamar nuestra atención. Pero se empieza a empapar del contagio de la alegría y es inevitable como empieza a reírse de todos los magníficos gestos que hacen los protagonistas de la orquesta, de repente suelta una sonrisa despampanante, casi demencial, y cae frenético en el descontrol de una risa sin límites. Es tan mágico ver como sus acordes, esas ondas sutiles de su risa, se empiezan a mezclar con el unísono de la orquesta, y da una melodía tan dulce, sutil pero enérgica que estallan todos los vidrios que dicen rodear el teatro. Es como un juego sexual de sonidos, donde se pelearon todos por llegar al mismo orgasmo y al poco tiempo, después del estallido, empieza a disminuir su ritmo, la melodía, suave y sonora vuelve a tomar fuerza, tu cuerpo y el mío, se quedan callados por un segundo, los ojos deciden tomar el control y hablar, hablar con las miradas. Todos descansan, el niño rendido se timidece un poco y se sienta en la puerta a mirarlas, a mirarnos. Nosotras simplemente nos seguimos riendo a carcajadas en silencio, es como si las ondas recorrieran internamente cada parte de nuestro cuerpo y nos empezaran a adormecer, nuestros ojos empiezan a cerrarse de a poco y tu cuerpo decide caer definitivamente junto al mío. El sonido de las risas internas nos duerme por completo, el niño que nos veía desde afuera también cae rendido, todos quedan dormidos y el silencio se apodera del escenario.
…sólo fue necesario un pequeño acto infantil para sentir toda una orquesta de sonrisas…